Los caminos perdidos
Pedro Fco Almaida
Explicaba Jorge Manrique que nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir. Pero la aparente sencillez de esa metáfora esconde preguntas muy profundas: qué caudales nos nutren, qué desniveles del terreno favorecen o enturbian nuestro devenir, en qué delta exacto vendremos a consumirnos, cuánto tardaremos en llegar a él.
El protagonista de esta historia abandona su trabajo en Londres tras una crisis sentimental y vuelve a sus orígenes, al pueblecito de Allún, donde tendrá que enfrentarse con su propia historia familiar para conseguir que la tristeza (la gran compañera de su estirpe desde hace décadas) quede derrotada. Y es que, además de ríos que fluyen, somos una espesa gravitación de muertos, que quedan en nuestra memoria y en nuestro corazón pidiéndonos auxilio.
Junto al Tejo Viejo, árbol mítico rodeado por la niebla, el narrador y todos los miembros de su familia tendrán que enfrentarse, con valentía, a los enigmas oscuros de su pasado.